Desde que hace aproximadamente un año el Banco Santander diera comienzo a la llamada guerra del pasivo, la batalla se ha generalizado a un buen número de entidades financieras. En unos casos, la subida de tipos pasivos obedece a una estrategia defensiva para no perder cuota de mercado. Pero en otros casos, las dificultades e incluso imposibilidad de acceder a la financiación de los mercados mayoristas explica por qué pagan tipos pasivos muy por encima del Euribor para conseguir liquidez vía depósitos a plazo. Lo que está claro es que, con independencia del motivo que justifique la subida de tipos, es la cuenta de resultados la que termina pagando las consecuencias de la guerra del pasivo.
De diciembre de 2009 a diciembre de 2010, el margen financiero de las entidades de depósito (datos consolidados) se ha reducido un 9,3%, pasando del 2,04% (como porcentaje del activo) al 1,85%. Esta caída del margen de intereses, junto con el coste de hacer frente a un aumento de la morosidad y deterioro del activo, explica que la rentabilidad haya caído un 13%, con un beneficio sobre activo en 2010 del 0,47% frente al 0,54% un año antes. En este contexto de fuerte caída en los niveles de rentabilidad, y con un cuadro macroeconómico nada halagüeño (tasa de paro por encima del 21%, débil intensidad de la recuperación del PIB, etc.), no es de extrañar que desde distintas instancias se intente imponer la paz en la guerra del pasivo de forma forzada, limitando los tipos pasivos en aquellos casos en que las entidades hayan solicitado ayudas del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB). Ya en diciembre de 2010, el Banco de España, tras varias advertencias que no tuvieron ningún efecto, se vio obligado a pasar a la acción obligando a las entidades que han recibido dinero público a no aplicar políticas comerciales agresivas en la venta de depósitos, entendiendo como agresivo fijar un tipo de interés por encima de la media de los tipos más altos que ofrezcan las cinco principales entidades competidoras que no hayan recibido ayuda del FROB.
El inconveniente de implementar estrictamente esa medida es que puede poner en serias dificultades a las entidades más dependientes de la financiación de los mercados mayoristas, y que ya se han visto obligadas a recurrir al FROB. Por este motivo, el Banco de España realiza excepciones a la regla general permitiendo en determinados casos responder a la defensiva con tipos elevados para evitar perder al cliente ante el ataque de la competencia. El problema es evaluar cuándo un tipo pasivo elevado es una estrategia defensiva o cuándo es simplemente la imperiosa necesidad de captar liquidez para hacer frente a los vencimientos de deuda emitida con facilidad en los años del boom inmobiliario.
Si el objetivo es que se recupere el crédito para así financiar proyectos de inversión rentables que reactiven la economía, es necesario poner fin a la guerra de los depósitos ya que los elevados tipos pasivos acaban trasladándose a los tipos activos que dificultan la recuperación de la demanda. Ahora bien, en el caso de las entidades “sanas” sería un error coartar sus estrategias comerciales agresivas que están en la esencia de los beneficios de la competencia (las empresas más eficientes son las que sobreviven y captan cuota de mercado). Y en el caso de las entidades que necesitan la ayuda pública, es de justicia asegurar que no incurran en prácticas de competencia desleal, penalizando sus estrategias agresivas. En ese sentido, puede ser un acierto imponer que las entidades que paguen extratipos y que han recibido ayuda del FROB, realicen una mayor aportación al Fondo de Garantía de Depósitos, en línea con la propuesta del Ministerio de Economía que se está debatiendo estos días y que previsiblemente se aprobará en las próximas semanas.
Artículo publicado en Dossier Empresarial el 20/05/2011
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