Las asociaciones de ideas tienen sus propias reglas y es inútil resistirse. Leía hace poco la noticia de que una empresa española (de cuyo nombre no voy a acordarme) ha conseguido un contrato para construir una planta desaladora en Chile, en el Valle del Copiapó, en Atacama. Atacama es desierto, desierto. Pocas bromas con eso. Allí se han registrado periodos de 300 años sin precipitaciones. Se dice pronto, 300 años sin llover.
Todo eso me ha llevado a pensar en España y en el paro, en concreto en el paro de larga duración. Porque España y su mercado de trabajo reúnen condiciones semejantes a las de Atacama. Por ejemplo, según los datos de la EPA, periodos de diez años (1976-1986) sin observar un solo trimestre con reducción interanual del desempleo, que en el caso del desempleo de más de dos años de duración han llegado a los doce años (1976-1988).
Ahora podríamos estar en las mismas. La EPA del primer trimestre de 2011 ha sido muy mala. Entre otras cosas porque si el paro ha aumentado mucho (213.600 parados más que en el último trimestre de 2010) eso se ha debido sobre todo al aumento de los parados que llevan más de dos años buscando empleo (137.100 más que en el trimestre anterior) y el total de ese colectivo se acerca ya de modo inquietante a 1,1 millones. Una cifra terrible que, por otra parte, nada hace pensar que sea la máxima que vayamos a ver. Al fin y al cabo en 1995 se superaron los 1,4 millones de parados en esa situación.
Y lo malo es que si hay algo peor que el paro es el paro de larga duración. En primer lugar, para la persona que lo sufre. Esto es obvio y no hace falta añadir nada más. En segundo lugar, para el funcionamiento del mercado de trabajo. Esto es menos obvio y merece ser comentado. Si el paro se convierte en paro de larga duración será más difícil reducir el desempleo. Ya sucedió durante la recesión de principios de los 90. Como muestra un botón a partir de este gráfico de un artículo de 2002 para el caso español de Bover, Arellano y Bentolila.
Se observa de modo muy claro cómo a partir de los 3 meses conforme aumenta el tiempo que se lleva desempleado (unemployment duration) disminuye la probabilidad de encontrar empleo (hazard) y cómo resulta extremadamente baja a partir de los 15 meses. Moraleja: o se encuentra empleo rápidamente o es muy probable que ya no se encuentre o solo con gran dificultad.
En la crisis actual vuelve a pasar lo mismo tal y como indica el excelente Observatorio Laboral de la Crisis que nos ofrece cada trimestre FEDEA. Si preferimos los gráficos podemos sobrecogernos viendo este (gráfico 13) o si preferimos hacerlo con su pizca de econometría viendo esta tabla (tabla apéndice 4). La propia duración del paro es el factor clave para la salida del desempleo. En comparación con los parados que llevan un año o más parados, la probabilidad de encontrar empleo de los desempleados que llevan menos de un mes parados es 5 veces mayor; si se lleva entre 1 y 3 meses 2,8 veces; entre 3 y 6 meses 2,4 veces y entre 6 meses y un año 2 veces. Voy a repetirme, algo que me temo suelo hacer en clase: o se encuentra empleo rápidamente o es muy probable que ya no se encuentre o solo con gran dificultad.
¿Y qué pasa si hay mucho paro de larga duración? Pues que podemos padecer una situación de histéresis (aquí aplico la regla de todo buen economista, si algo se puede decir en inglés, latín o griego, hágase así). ¿Y eso qué quiere decir? Pues podría decir varias cosas tal y como indica wikipedia. No, no es la definición 6 (pero buen intento, la teoría de las catástrofes parecía una elección apropiada). A nosotros nos interesa la definición 8: conforme mayor es la duración del desempleo, al aumentar este, existe una mayor dificultad en lograr que vuelva a bajar. Si el paro sube, tiende a quedarse en ese mayor nivel, una situación demasiado familiar en el caso español.
Son varios los motivos. Conforme la duración del desempleo aumenta (6 meses, un año, dos años…) la intensidad de búsqueda de empleo del parado cae (algo perfectamente comprensible). Además, los parados de larga duración tienen una menor empleabilidad (esta palabra no existe, pero me gusta y acorta la longitud de los textos). Es decir, son candidatos menos atractivos para las empresas. El capital humano del parado va reduciéndose y su formación se va volviendo obsoleta de cara a los nuevos empleos, sobre todo en comparación con personas ocupadas o poco tiempo paradas. En definitiva, los parados de larga duración van volviéndose invisibles. Permanecen, pero es como si no estuvieran. Dejan de contar en el mercado de trabajo. No moderan los salarios. Podemos tener mucho paro y al mismo tiempo inflación. El paro se ha convertido en estructural.
¿Se puede hacer algo para tratar de frenar ese proceso? Probablemente, pero dejemos la cosa así hasta la próxima ocasión. A cada entrada de blog le basta su afán. Y el paro de larga duración, por desgracia, no a va a desaparecer en dos días.
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