En los últimos tres años hemos asistido a un continuo sobresalto en materia de liquidez, solvencia y rentabilidad de bancos y cajas, tanto de forma colectiva como individual. Como resultado del actual proceso de restructuración del sistema, vamos a encontrarnos bien pronto con un número muy inferior de entidades, mucho más parecidas entre sí, bajo la forma de bancos convencionales, que desarrollarán su actividad financiera con criterios de eficiencia, rentabilidad y riesgo.
Como consecuencia de este proceso, buena parte de la sociedad va a echar de menos a las cajas (es verdad que no a todas). No porque se encuentre satisfecha con la forma en la que se han comportado algunos de sus gestores, órganos de gobierno, empleados o supervisores etc., indignando a tantos, sino porque estaba acostumbrada a trabajar con entidades que utilizaban sus beneficios para dotar sus reservas (75%) y hacer obra social (25%). De esta forma, las cajas devolvían a la sociedad el resultado que extraían de su actividad financiera y muchos de sus clientes se identificaban con su especial naturaleza, una mezcla entre privada y social. 120 millones de beneficiarios, casi 170.000 actividades en más de 4.250 centros propios o colaboradores, según la estimación de CECA, resumen perfectamente la importancia de su actividad anual en todo tipo de acciones culturales y deportivas, socio-sanitarias, educativas, de I+D y de patrimonio artístico y natural.
En los próximos dos años la ingente actividad que se realizaba desde la obra social (OS) de las cajas –que alcanzó su importe máximo de 2.000 millones de euros en 2008– caerá entre un 60 y un 70% y las instituciones y ciudadanos que pedían colaboración a las cajas para cualquier cosa se van a percatar de todo lo que aquellas venían realizando hasta ahora. Los colectivos e instituciones beneficiarios directos de las actividades, o aquellos que realizaban en régimen de colaboración este tipo de actividades van a sufrir un recorte simultáneo con el que puedan recibir de instituciones públicas sometidas al objetivo de reducción del déficit. Van a ser tiempos muy difíciles.
¿Y por qué va a descender tanto el presupuesto global de la OS? Muy sencillo: las cajas están pasando de ser dueñas al 100% de una entidad financiera a ser accionistas que comparten la propiedad de los nuevos grandes bancos, bien con el Estado o con otros inversores privados. Su participación va a depender de su valor en el momento de la restructuración -que en general ha sido bajo- y de si ha necesitado acudir a la ayuda del FROB 1 o del FROB 2. En algunas de ellas, su valor neto era nulo o negativo y en consecuencia no tendrán ninguna propiedad de la nueva entidad. Además, a su participación más diluida con el resto de accionistas se le unen unas perspectivas pesimistas sobre los resultados de los próximos ejercicios en el sector bancario y unas mayores exigencias de capitalización, con lo que el dividendo del que se nutrirá el presupuesto de la OS deberá ser necesariamente mucho menor.
En el año 2004 Victorio Valle estimó el dividendo social de las cajas en 7.384 millones de euros, incluyendo efectos no solo directos sino también indirectos, que multiplicaban por un factor de 7 la dotación presupuestaria de la OS. Así se estimaba la reducción de la exclusión financiera, la financiación privilegiada y la contribución a la eficiencia productiva que se desprendía del incremento de la competencia. Si aplicáramos una regla algo minorada de un factor de 3, el resultado de una reducción de 1.200 millones de euros podría suponer un impacto de un descenso de 3.600 millones de euros, una cifra nada despreciable concentrada en las actividades más próximas a la satisfacción de las necesidades sociales y culturales de la ciudadanía.
Para un mayor detalle de las consecuencias de la restructuración sobre la OS de las cajas les remito a este número de Papeles de Economía Española. Entre tanto, la sociedad tendrá que prepararse para dar apoyo y cobertura presupuestaria a las actividades desplegadas por la OS que no sobrevivan al recorte de financiación. Una revisión de la normativa sobre el mecenazgo y el patrocinio podría ser más necesaria que nunca para subsanar al menos en parte el vacío que representará la retirada del gran apoyo que ha representado la OS de las cajas de ahorros en la España contemporánea. Es la hora de la verdad, que precisará contar con la máxima generosidad de las empresas y de los ciudadanos.
estimado profesor Quesada, no le conozco, solo conozco a Joaquin Maudos. Me parece relevante su denuncia. Los 3.000 millones que dejará la Obra Social de aportar son una malísima noticia para muchos colectivos protegidos hoy, subsidiados o ayudados.
Mi censura mas dura para los directivos de cajas que han sido negligentes, coruptos en la gestión de cajas, que la ley caiga sobre ellos, pero salvemos lo que podamos como sociedad de las Cajas. ¿Qué culpa tienen dependientes, niños indefensos,ancianos, minusválidos, becarios, clases humildes, o la misma cultura de nuestro país del terremoto vivido en las cajas?. ¿Va el Estado a poner esos 3.000 millones? ¿Van a ser generosos con la Obra social los futuros y actuales accionistas de las cajas?. Me te,o lo peor. Pero al menos denunciemos. He escrito mucho y a favor de las cajas en mi vida profesional, me gustaría seguir haciendolo y defendiendo su labor social. Me indigno con lo que se avecina.
Miguel Cifuentes. Periodista Freelance. Redactor económico de la Revista TIEMPO (Gpo ZETA Editorial).
pone usted el dedo en una dolorosa llaga, profesor… la pérdida de 1200 millones de los presupuestos de OS y su trasvase al circuíto financiero supone una entrega incondicional del poder político al poder económico si el Estado no la compensa legislativamente con un retorno fiscal equivalente, canalizado a los esenciales cauces de la solidaridad y la cultura que dejan de nutrirse con el nuevo status (el palo)… nuevas leyes de mecenazgo que estimulen por desgravación (la zanahoria), parece un bálsamo un tanto ucrónico digno de tiempos mejores, no le parece?