La inseguridad en el puesto de trabajo de los jóvenes influye, y mucho, en su situación laboral. No solo la presente, sino también la futura, y lo hace en aspectos tan relevantes como el grado de implicación en su puesto de trabajo. Así lo indican los resultados de un estudio que hemos realizado sobre una muestra de 3.000 jóvenes trabajadores españoles del Observatorio de Inserción Laboral de los Jóvenes, en su última oleada disponible.
Que hayamos puesto el foco en la población joven española no es casual. Además de que la crisis económica ha afectado a esta parte de la población en mayor medida que a la población de mayor edad, hay razones para temer que las experiencias de estrés por la inseguridad laboral pueden tener efectos perjudiciales tanto para los jóvenes como para el conjunto de la sociedad.
¿Qué nos dicen los datos de todo esto? El artículo de investigación en que se plasma este estudio y que próximamente se publicará en el Journal of Vocational Behavior muestra evidencia para las siguientes hipótesis:
– Son los jóvenes con niveles de empleabilidad bajos (es decir, con pocas posibilidades de obtener un nuevo puesto de trabajo) quienes presentan niveles más elevados de inseguridad laboral. Es decir, cuanto peor es la visión que un joven tiene de sus posibilidades en el mercado laboral más inseguro se siente en su empleo actual.
– La sobrecualificación y la inseguridad en el puesto de trabajo están directamente relacionadas. La imposibilidad de usar todas las capacidades en un puesto de trabajo para el que un joven está sobrecualificado incrementa las probabilidades de dejar o perder ese puesto. Este desajuste entre la persona y el puesto puede afectar a la motivación y al rendimiento del joven suponiendo esto una razón añadida para su desvinculación de ese puesto, bien por iniciativa del joven o de su empleador.
– Altos niveles de inseguridad laboral están relacionados con una menor implicación de los trabajadores en su trabajo. Este es un punto de especial interés ya que las probabilidades percibidas de perder el empleo están llevando a los jóvenes al desánimo y a la reducción de su implicación en el trabajo. Esta forma de afrontar la situación del riesgo de desempleo, que cabe caracterizar de “retirada psicológica”, probablemente aumentará más las probabilidades de despido o de no renovación del contrato, contribuyendo a la situación temida de pérdida del empleo.
Los datos también muestran que los trabajadores jóvenes con empleos fijos, de nivel de cualificación adecuado al que ellos poseen y con una percepción más positiva del mercado laboral están más implicados en sus trabajos y utilizan en mayor medida estrategias para mejorar su carrera profesional.
¿Qué lección podemos extraer de todo esto? En un entorno de elevada inseguridad laboral, los jóvenes que ocupan trabajos infracualificados para su nivel pueden llevar a cabo actividades que “enriquezcan” su puesto de trabajo haciendo sus aportaciones más valiosas y de más calidad durante el tiempo que están en el empleo. Este “rediseño” que el propio joven puede hacer de su puesto (eso implica iniciativa, proactividad y sentido de la realidad y de las oportunidades) va a reducir las probabilidades de “retirada psicológica” que se produce cuando disminuye su implicación en el trabajo. Afrontando de esta manera el estrés que supone la inseguridad laboral, el joven incrementa durante su estancia en el empleo su capital humano desarrollando sus competencias, su experiencia y su preparación. Esto va a mejorar, de algún modo, sus posibilidades y oportunidades de nuevo trabajo en el mercado laboral en caso de que pierda el que está ocupando. Esa mejora de la propia autoeficacia y de las percepciones del mercado laboral promoverá, a su vez, las actividades por parte del joven de búsqueda de nuevos empleos y otras iniciativas que faciliten su carrera profesional. Entre esas actividades cabe mencionar la búsqueda activa e identificación de oportunidades en el mercado laboral, con disponibilidad para la movilidad geográfica si se requiere, cultivar la red de relaciones, identificar y desarrollar cualificaciones más acordes a las demandas del mercado laboral y tomar iniciativas emprendedoras para “crear” su propio empleo.
Claro, claro. Dile tu a un becario que cobra 100 euros al mes haciendo un trabajo para el que está sobrecualificado, y encima, siendo tratado como un mero objeto de usar y tirar, que se implique y que no haga «retirada psicológica». La culpa es del trabajador, no?
Anda ya.
Son este tipo de resultados los que tendrían que tener un hueco en los medios de comunicación. Los políticos y las organizaciones han de ser conocedoras de las consecuencias de la inseguridad laboral
Paul Krugman ha hablado ya del fenómeno freeter en países como Japón. Son lo que aquí llamamos «ninis». No es algo exclusivo de España.
Son jóvenes que ven cómo al final de su vida académica no encuentran un trabajo fijo. Van saltando de contrato temporal en contrato temporal. Con el tiempo dejan de tomarse el mundo laboral en serio.
Además, estudian para mejorar su posición en el mercado laboral y por más que lo hacen no lo consiguen. Su mejora en formación no mejora su empleabilidad. Al final dejan de tomarse en serio la formación también.
Los jóvenes ven a sus mayores (un hermano mayor, o el amigo de algún familiar, que han acabado siendo freeters etc), se desaniman y se convierten en antes incluso de empezar la partida: deciden abandonarse y ni estudiar ni trabajar (total, ¿para qué?)
En este punto habría que recordar que durante la pasada década ha habido mucho paleta de albañil en este país que ha vivido mejor que gente con carrera e idiomas, por cierto. Si de España habláramos, yo pediría prudencia en cualquier caso. Porque no puede decirse que nuestro país haya pagado especialmente bien la formación (ni lo hace aún hoy). Y sino, me gustaría mucho que alguien me explicara por qué nuestro país pierde capital humano a chorros.
Y respecto al tema de la iniciativa, la propuesta la veo impracticable. ¿Qué iniciativa puede tener alguien fichado por 300 € al mes sin derecho laboral ninguno al que se contrata por séis meses, y sabe que lo hacen sólo por tener mano de obra barata? ¿De veras el jefe le va a permitir tener iniciativa alguna? ¿Aunque se lo permita, alguien le va a tomar en serio? Hablamos de gente a la que se coge de becarios y a los que desde el primer día se les mira como a trabajadores poco fiables a los que no tomar en serio, precisamente porque no se espera más de alguien con unas condiciones así: están laboralmente muertos incluso antes de poner un pie en la empresa. Hablamos de jefes a la española, que tienen menos formación que tú en ciertas materias (se supone que por eso te contratan) pero luego tienen que meter siempre la nariz en tu trabajo, o sencillamente ignorarlo, para acabar metiendo la pata ellos y luego buscarte a ti para tener alguien a quien echar la culpa.
Es verdad lo que dice el post: si el empleado tiene iniciativas y muestra proactividad mejorará sus posibilidades. Pero hay un pequeño problema: para que el empleado tenga iniciativas, lo primero es que se le deje tenerlas.
Disculpad: el enlace sobre los freeters que quería adjuntar es este, no el de Krugman, si bien es a través suyo que llegué a ese artículo.