En las últimas semanas se han venido escribiendo miles de artículos a raíz de la muerte de Steve Jobs. Aunque el número de sus virtudes alabadas han sido muchas, y la lista de adjetivos (casi siempre positivos) no utilizados para describir su persona y sus contribuciones se ha quedado prácticamente vacía, entre ellos hay uno que destaca sobremanera por encima de todos los demás, por ser considerado el gran responsable de su éxito empresarial: su carácter visionario. La incógnita sobre si esta cualidad está presente en los nuevos responsables de la compañía es lo que está llevando a algunos a poner en duda la viabilidad futura de la compañía, al menos en lo que se refiere a liderazgo en innovación.
Es esta una cualidad que durante siglos ha permitido a los individuos destacarse con claridad por encima del resto y pasar a la posteridad, sin tener que estar necesariamente relacionada con ser más inteligente o más trabajador (aunque probablemente la suerte pueda tener un papel más importante del que estaríamos dispuestos a aceptar). Simplemente se trata de personas que, de acuerdo con el diccionario de la Real Academia, “por su fantasía exaltada, se figura y cree con facilidad cosas quiméricas”, si bien hay otra que describe mejor el tipo de personas de las que hablamos aquí, esto es, “que se adelanta a su tiempo o tiene visión de futuro”. Esta visión de futuro es lo que permitió también a otros visionarios como Leonardo da Vinci generar un número importante de contribuciones en campos dispares, y por ese mismo motivo a Steve Jobs se le ha definido (entre otras muchas cosas, como ya hemos apuntado anteriormente) como el Leonardo del siglo XXI.
Me parece que me he ido por las ramas. Esto se supone que es un blog de economía, finanzas, empresa y/o ciencias afines. Así que, volviendo a la dismal science, esta también ha tenido, y tiene, sus visionarios. La diferencia es que, en este caso, las visiones del futuro suelen estar apoyadas en datos y teorías sólidas, por lo que en realidad no deberíamos clasificarlas como “visiones” sino como predicciones, que es lo que al fin y al cabo son y, por tanto, la labor de convencer debería ser a priori más fácil que la de Steve Jobs frente a su consejo de administración acerca de la viabilidad de sus productos. Viniendo de una ciencia lúgubre, gran parte de esas predicciones no gustan. Por tanto, si es posible, son directamente ignoradas.
Eso le pasó a Jack Revell (1920-2004), reputado economista bancario con unos profundos conocimientos de banca europea, que fue invitado a un congreso de cajas de ahorros españolas hacia finales de los años ochenta, cuando empezaba la primera gran reestructuración del sector y su proceso de expansión geográfica. Sus opiniones se escucharon no solo en ese congreso, sino también a través de un artículo publicado posteriormente en la revista Papeles de Economía Española (número 46, 1991, págs.173-202), así como de varios documentos de trabajo del Instituto Europeo de Finanzas (Bangor University, Gales, Reino Unido). Se trata de trabajos extensos en los que Revell proponía el modelo que a su juicio debía adoptarse en el sector de las cajas de ahorros en el nuevo entorno regulatorio y competitivo que se abría entre mediados y finales de los ochenta.
Se trata de un artículo que no tiene desperdicio de principio a fin, pero para no aburrir al lector, reproduciremos únicamente dos fragmentos. En un momento determinado se afirmaba que “el verdadero peligro, como dije en mi primer informe, es que las cajas regionales se crean capaces de hacerlo todo y no busquen la ayuda de la caja de ahorros central”.
Pero a mí la que más me llama la atención, por premonitoria (y visionaria) es la última frase del artículo:
“En conjunto, parece que para las cajas de ahorros españolas sería ventajoso poder convertirse en sociedades mercantiles y en bancos de pleno derecho por separación de la fundación”.
Veinte años después y, lamentablemente algunos miles de millones de créditos problemáticos más, parece que el modelo que finalmente se está adoptando se parece mucho al que recomendaba Jack Revell.
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