Por José Manuel Pastor y Carlos Salvador.
Los últimos “repartos de notas” han vuelto a poner en el ojo del huracán a las agencias de calificación de riesgo (como muestra lo trendy que ha sido la “triple A” en Google en los últimos días). ¿Debe sorprendernos la excesiva influencia de estas agencias? ¿Cuánto de subjetivo hay en las valoraciones que hacen? ¿Tiene sentido que la economía global dependa de unas entidades que tienen detrás intereses particulares, como ya contamos aquí y aquí?
Vayamos por partes.
Para empezar, no debemos olvidar ni la razón de la excesiva influencia de las agencias de rating ni su origen. La excesiva influencia que tienen los ratings se debe a su reputación entre los inversores (pero también reguladores y emisores) como indicadores de la calidad de los activos. Los inversores “creen” que los ratings miden adecuadamente la calidad de los activos pues “confían” en que estas agencias manejan mucha y mejor información que ellos. En consecuencia, les resulta mucho más rentable utilizar este indicador para orientar sus inversiones que recabar y analizar la información por ellos mismos de una ingente cantidad de activos. Lo que resulta sorprendente es que la confianza en estos indicadores se haya visto relativamente poco mermada a pesar de los importantes errores de estas agencias en el pasado reciente.
¿Cuál es el origen de esta reputación por parte de una agencia privada? No se debe olvidar que se debe al excesivo papel que la regulación financiera les ha dado tradicionalmente. Dicho de otro modo, también el regulador “cree” en estos indicadores como indicador de la calidad de los activos o de la solvencia de las empresas y por ello los incluye en la normativa. En cierta forma lo que hace el regulador es delegar parte de sus funciones en la agencias de rating. Un ejemplo sería la posibilidad de calcular el capital mínimo regulatorio en función del rating asignado. Por tanto, si las autoridades desean reducir la excesiva influencia de las agencias de ratings, una de las primeras acciones que deberían emprender sería la de no considerar en sus regulaciones las calificaciones de las agencias.
Respecto a la idea de crear un organismo de control, no hay que pasar por alto que la emisión de los ratings se lleva a cabo tomando indicadores objetivos y subjetivos. Resulta por tanto complicado que un agente supervisor pueda detectar, y sobre todo demostrar, la existencia de comportamientos inapropiados por parte de estas agencias, en tanto que las agencias siempre pueden argumentar que sus calificaciones se basan más en criterios de largo plazo y en indicadores subjetivos.
De hecho, y de acuerdo con nuestras investigaciones realizadas en la Universitat de València para el caso del sector bancario español, tras la crisis subprime un 65% de la caída de los ratings experimentada por los bancos españoles se debe a un empeoramiento objetivo de su solvencia, mientras que el 35% restante a factores subjetivos. Dicho de otro modo, con la solvencia que tienen en la actualidad los bancos españoles, en el pasado hubieran obtenido, en media, unos ratings un 35% superiores. Por tanto, los factores subjetivos cuentan, y mucho.
Así las cosas, muchos son los que se preguntan si no es un contrasentido que la economía global dependa de unas entidades que tienen intereses particulares. Totalmente de acuerdo. Es un contrasentido y esta circunstancia debería evitarse por ley. Habrá que esperar a ver qué pasa y en qué se concreta el anuncio de la Comisión Europea del pasado 15 de noviembre en el que informaba de la preparación de una serie de reformas aún más estrictas en materia de regulación de las agencias de calificación. Sea como sea, todo parece indicar que las agencias y sus términos continuarán estando en boca de todos en un futuro.
Pero ¿qué hay que no dependa en el fondo de intereses particulares? En el fondo, el subjetivo humano está presente en todas partes, ¿no? Sin embargo, es cierto que los legisladores nacionales deberían reducir su dependencia de las agencias de rating para limitar su influencia
En su libro Crisis Economics Nouriel Roubini ha hablado de esto. Habrá cosas que sean realizables. Otras, no tanto. Pero sí creo que pone el dedo en la llaga en varias cosas, de las que menciono dos en particular:
– El modelo de negocio debería cambiar; no puede ser que pague el mismo cliente al que se califica. Creo recordar que, según Roubini, inicialmente quien pagaba era quien quería obtener información sobre la solvencia de tal o cual entidad. Luego se pasó a que fuera la entidad a evaluar de donde saliera el dinero. Y eso no está nada claro. Esto también pasa con los auditores (mal hecho también, por otro lado), pero en gente cuya opinión puede tener un impacto tan grande sobre la economía de países enteros, es todavía peor. No es raro oir entre las empresas «con esa agencia no trabajamos porque son muy exigentes; mira, preferimos esta otra…» Un posible modelo podría ser que fuera un organismo público quien recibiera las peticiones de calificación por parte de las entidades a calificar, y fuera este organismo quien contratara a la agencia en cuestión, haciendo por tanto de intermediario, y quedando en sus registros el informe de la agencia. Y, desde luego, introducir más competencia de la que hay en un mercado donde las tres más grandes tienen una cuota de mercado del 95%.
– Prohibírseles hacer «modelling», es decir, diseñar ellas mismas productos para los mismos clientes que después van a evaluar: con el modelling el mismo creador del producto (o asesor para su creación) resulta que es también quien lo ha de inspeccionar y le ha de adjudicar un rating: ¿qué se supone que harán las agencias, si les paga por una cosa y por la otra?; esto también se corregiría a partir de la intermediación por parte de un organismo público (nótese que el organismo público no evaluaría, sólo sería un intermediario)
Yo personalmente creo que quizá no sería descabellado tampoco fijarles responsabilidad penal por sus evaluaciones. También la tienen los auditores, así que, ¿por qué no gente cuyos juicios erróneos han supuesto una miopía tan peligrosa para el mercado como la que supuso el mantenerle la Triple A a Lehman Brothers hasta la tarde antes de la quiebra? Además, en muchos casos se ven cosas que dan mucho que pensar sobre las motivaciones de estas agencias a la hora de rebajarle o adjudicarle el rating a según quién