Cuarto trimestre de 2011. Tasa de paro de 16 a 19 años, 69,35%; entre 20 y 24 años, 44,45%; de 25 a 29 años, 28,01%; INE dixit. La generación mejor formada de nuestra historia no tiene otra salida que la emigración. Toda una generación perdida y sin el lado “glamuroso” del París de entreguerras. Lo nunca visto. O no, claro.
Como hay que empezar por algún sitio, hagámoslo por el final. ¿Lo nunca visto? Echemos una mirada atrás sin ira. La ira agota. Los blogs demasiado largos también. Los gráficos no.
Ciertamente ahora la situación es extraordinariamente más complicada (bonito eufemismo) para los más jóvenes. Exactamente como a principios de los ochenta… y de los noventa.
En ambos casos se trataba de las generaciones mejor formadas de nuestra historia… hasta ese momento. Ese estado de cosas no carece de lógica. Las crisis las notan más quienes acceden entonces a un mercado de trabajo sin apenas nuevas ofertas de empleo y quienes ya estaban trabajando pero con contratos temporales, en comparación con los trabajadores con contratos indefinidos, más protegidos. En términos de Economía Laboral, los outsiders más que los insiders. En realidad, si uno se para a pensar diría que lo nunca visto en España sería que algo así no sucediese. Incluso las agencias de publicidad allá por los noventa eran conscientes de ello y lo aprovechaban para tratar de vender más. O como excusa para citar a Séneca porque ¿quién puede decir que conoce de verdad el oscuro interior de la mente de un creativo publicitario?
Ahora pasemos a la pérdida de la generación. Como bien decía el romano de origen hispano más famoso (después, por supuesto, de Máximo Décimo Meridio o Maximus Decimus Meridius), y no el bueno de Kant, hay cosas que para saberlas no es suficiente con haberlas aprendido. El retraso en la inserción laboral o una inserción inicial defectuosa tiene costes en términos de pérdida de cualificación, falta de experiencia laboral que complemente la formación educativa y, en definitiva, menos capital humano, menos empleabilidad y el riesgo de ingresos permanentemente más reducidos a lo largo de la vida laboral del trabajador, incluso cuando ya no sea joven, ni sufra paro juvenil y haya otra nueva generación mejor preparada de nuestra historia que haya sustituido a la suya en el escalafón.
Cuanto menor sea esa pérdida mejor. Las experiencias previas representadas en el gráfico anterior muestran que al final hay solución, pero que resulta demasiado lenta y que es conveniente estimularla. El pico de desempleo juvenil de los ochenta propició la reforma laboral de 1984, cuando el gobierno del PSOE introdujo nuevos modelos de contrato, incluidos los notorios contratos temporales, para combatir especialmente ese tipo de desempleo. A ello siguió el paquete de medidas liberalizadoras de Boyer de abril de 1985 (libertad de horarios comerciales, libertad de arrendamientos, desgravación por compra de vivienda, reducción de costes de constitución de sociedades, etc.). El paro juvenil de los noventa empezó a superarse tras las reformas del gobierno del PP del momento, enfocadas al ingreso en la zona euro. En ambos casos esas medidas estuvieron íntimamente ligadas a políticas de austeridad presupuestaria por causa de fuerza mayor (como siempre, ¿acaso suele haber otro tipo de razones tratándose de reducir gastos o aumentar impuestos?).
El paro depende de muchos factores, entre otros del estado del ciclo económico y de las políticas de demanda, que obviamente son importantes. Sin embargo, también depende mucho de llevar a cabo reformas estructurales bien orientadas. A no ser que creamos que España disfruta de los mercados financieros, de factores y de bienes y servicios más apropiados, mejor regulados y más eficientes del mundo. Viendo el gráfico cuesta creerlo. Cuesta mucho. Ya es hora de dejar que las generaciones perdidas descansen en bibliotecas y videotecas.
Estoy completamente de acuerdo y yo lo pondría así: A España le falta la flexibilidad de nuestros competidores europeos. Mientras en Europa tienes facilidades para emprender (según la OCDE en España se tarda tanto en abrir una empresa como en países tercermundistas) o trabajos flexibles (minijobs en Alemania), en España nos negamos a adaptarnos a Europa porque «los minijobs no es un trabajo digno» y «hay que proteger al trabajador». Total, que los Españoles se van de minijoberos a Alemania. Es cierto que los estándares de trabajo que vendrán en los próximos años serán mucho menos irregulares y precarios que lo que eran en 50 años. Es lo que tiene la globalización y entonces solo queda una: adaptarse.