Esta semana comienza con uno de esos acontecimientos planetarios que tanto gustan a los medios. La Bastilla ha vuelto a caer. François Hollande ha ganado las elecciones presidenciales en Francia invitando a los franceses a “sobrevolar las estrellas” y “cumplir el sueño francés de progreso”. Francia será “una sola nación reunida ante el mismo destino” (en todo esto confío en lo ajustado de la traducción de El País, aunque seguro que en francés suena más… francés, es lo que tiene).
Pues eso. Mayo 2012. François Hollande gana las elecciones presidenciales en Francia. Ante una economía con el 10% de desempleo el programa electoral promete más políticas sociales y más subvenciones para elevar la demanda. “La austeridad no puede ser una condena”, así que su programa incluye una batería de propuestas en ese sentido. Entre ellas la renegociación del tratado presupuestario para añadirle medidas de estímulo y crecimiento, la contratación de 60.000 profesores o la vuelta de la jubilación a los 60 años.
Mayo 1981. François Mitterrand gana las elecciones presidenciales en Francia. Ante una economía con el 7% de desempleo el programa electoral promete más políticas sociales y más subvenciones para elevar la demanda. ¡Y el programa se cumple! Suben las pensiones y prestaciones sociales, se impulsa el empleo público, se concede una quinta semana de vacaciones, sube el salario mínimo, se reduce la jornada laboral a 39 horas, se adelanta la jubilación a los 60 años… ¡Ah, la belle France! Ejemplo de libro de política fiscal expansiva en solitario, Francia crece más durante algún tiempo, mientras su déficit público y su déficit comercial aumentan en medio de la desconfianza de los mercados financieros y se suceden tres devaluaciones respecto al marco alemán en 18 meses (octubre 1981, 8,5%; junio de 1982, 10%; marzo 1983, 8%). En marzo de 1983 el Gobierno da un giro hacia una política de austeridad para controlar la inflación y lograr el equilibrio presupuestario y de balanza comercial.
Voilà! Es lo que suele pasar cuando las políticas macroeconómicas no están coordinadas. Parte del posible efecto expansivo se “pierde”, a través de las importaciones, hacia el resto de socios comerciales que aumentan sus exportaciones y ven estimuladas sus economías (más producción y más empleo) a la vez que mejoran su balanza comercial y el saldo presupuestario (Oh là là!). Por el contrario, el país origen de la expansión fiscal sufre un fuerte impacto negativo en esos dos frentes (Sacrebleu!). Por tanto, dejando al margen la conveniencia o no de ese tipo de políticas, hoy algunas preguntas relevantes serían: ¿hay países europeos en condiciones de poner en marcha ese tipo de políticas?; ¿es Francia uno de ellos?; ¿es España uno de ellos?; ¿estarán de acuerdo quienes puedan para hacerlo coordinadamente? Las respuestas podrían ser: algunos, pero no todos; quizás, pero no es seguro; parece que no, pero parece que no; quizás, pero no es seguro (valga la “redondance”).
¿Treinta años después? ¿Más de lo mismo? Probablemente no. Un par de detalles. El candidato Hollande en su programa se comprometía a bajar el déficit al 3% en 2013 (3% en 2013, ¿les suena eso de algo?) y llevarlo al equilibrio en 2017. Y el periodista calificaba su propuesta como “una política más o menos austera a nivel nacional (…) y keynesiana por parte de la Unión Europea”. No es mala idea. Como sin duda suscribiría el propio Rajoy: ¡que expandan ellos!
Bonne chance monsieur Hollande! Bonne chance France! Bonne chance Espagne!
buen articulo! os adjunto uno que puede ser de vuestro interés!
http://www.marcciria.com/el-ibex-en-caida-libre-elecciones-y-saneamiento-de-la-banca-espanola/