Hoy en día hay una conciencia amplia de que estamos en una situación de crisis con un impacto en múltiples y variados aspectos. Estamos en un entorno en el que el empleo es un problema sustantivo en la sociedad actual, que se está dejando sentir. Uno de los colectivos más sensibles al empeoramiento del mercado laboral es el de los jóvenes. Por ello queremos saber cómo se aproximan al mercado laboral en estas condiciones. A este respecto son importantes no solo los elementos y datos cuantitativos sino también los cualitativos y, para ello, resulta de claro interés la información que se obtiene de esa potente herramienta llamada Observatorio de Inserción Laboral de los Jóvenes cuya sexta oleada hemos presentado hoy.
No solo encontramos en él un amplio historial de las dinámicas de inserción laboral de los jóvenes (de hecho hemos atravesado varias crisis), sino que el Observatorio combina lo psicosocial y lo económico, y así proporciona datos demográficos, educativos y laborales junto a otros de actitudes y comportamientos de los jóvenes y sus trayectorias de vida, que van más allá de la EPA o de otros análisis al uso. El Observatorio de Inserción Laboral de los Jóvenes empezó en 1996, con información retrospectiva sobre el proceso de inserción laboral de los jóvenes que se remonta a 1991. Desde entonces se ha recogido información sistemática que ayuda a entender mejor lo que está pasando en el mercado laboral y a adoptar acciones, lo que es especialmente interesante en este momento. Así pues, ¿qué nos dice el Observatorio de la situación en la que nos encontramos?
Una cosa de la que nos habla, y en la que me gustaría detenerme hoy aquí, es el riesgo de desafección o disminución del afecto positivo de los jóvenes ante el trabajo. Vayamos por partes. Los datos confirman que en los últimos años ha empeorado tanto la oferta de empleos como su calidad, y este empeoramiento se produce mientras el nivel de formación de nuestros jóvenes continúa elevándose. Ambos factores producen como resultado elevadas tasas de desempleo y, en el caso de los jóvenes con empleo, de sobrecualificación.
¿Cómo responden los jóvenes a esta situación? Muchos de ellos «vuelven» a los estudios, aunque no siempre con una idea clara de su utilidad y valor. También revisan a la baja y adaptan sus preferencias en materia laboral y de flexibilidad del empleo… Se trata de estrategias de adaptación a la situación en la búsqueda de empleo y en el ajuste de sus expectativas haciéndolas más “realistas” ante la situación actual. Se constata también una menor pasividad en la planificación de la carrera y el incremento de las estrategias para potenciarla, como indicador de inquietud ante la dificultad de la situación. Junto a ello, el Observatorio nos muestra un descenso progresivo de la satisfacción con los distintos aspectos del trabajo, lo que denota un cierto desapego afectivo ante el mismo, habida cuenta de su baja «calidad», la baja cualificación que requiere y, por tanto, las limitadas oportunidades que se perciben en él para realizarse y desarrollarse profesionalmente.
¿Cómo puede un joven sentir como suyo un puesto de trabajo cuyas características y condiciones hacen difícil que pueda implicarse en él y apenas le permite poner en juego las competencias y cualificaciones que ha adquirido durante su formación? Si los jóvenes no obtienen un trabajo que estimule un esfuerzo valioso y creador y no hacen la experiencia de que su trabajo es una oportunidad para ese desarrollo profesional, la experiencia laboral va a tener un papel muy secundario en sus vidas. En ese contexto, es probable el distanciamiento afectivo y la falta de implicación.
Conviene señalar que esta experiencia puede tener efectos permanentes a medio plazo ya que se produce durante la fase en la que los jóvenes realizan sus primeras experiencias laborales y en las que están descubriendo y aprendiendo lo que es trabajar. Es una etapa crítica en el proceso de socialización laboral al tratarse de las primeras experiencias laborales. El alargamiento del proceso de consolidación laboral, la inestabilidad laboral excesiva, la combinación del trabajo con el desempleo con el predominio de este y las propias experiencias vividas en el trabajo pueden hacer de él una experiencia de valor muy limitado para los jóvenes. Si estas valoraciones, actitudes y comportamientos arraigan pueden tener efectos permanentes sobre los valores laborales y el significado del trabajo en nuestra sociedad.
Ahora bien, ante las dificultades y la crisis cabe también estrategias más proactivas y productivas. De hecho hay jóvenes que muestran comportamientos y actitudes innovadoras y creadoras en el trabajo, iniciativa emprendedora e “intraprendedora”, movilidad geográfica con el fin de encontrar nuevas oportunidades laborales y profesionales y buscan reforzar su formación en aspectos estratégicos como los idiomas que permitan ampliar sus horizontes laborales y el esfuerzo por la calidad y el trabajo bien hecho en su trabajo actual. En cualquier caso, promover estos valores y crear las condiciones para su realización es una responsabilidad que incumbe a toda la sociedad y no cabe señalar como únicos responsables de ello a los propios jóvenes.
Totalmente de acuerdo.
De hecho, Krugman, en End this Depression Now! reseña el negativo impacto del alto desempleo, la precariedad, y sobre todo, el paro de larga duración.
Concretamente, Krugman reseña estudios en los que se demuestra que aquellas generaciones que han acabado sus estudios y han accedido al mundo laboral en época de duras crisis suelen tener una vida laboral peor que aquellas que lo hayan hecho en época de bonanza. Encontrarte con un mercado laboral hostil puede hacer que uno se crea que no encuentra empleo porque no está preparado, se minusvalore y ese sentimiento a la larga sea lo que le evite encontrar empleo, o encuentre empleo que no explote el 100% de sus capacidades.
Pero, como Krugman le dice al parado, y como lo hace esta misma entrada… Don’t Give Up.