La compra del Banco de Valencia se hace en unas condiciones cuya justificación reside en que otras alternativas, como la liquidación de la entidad, habrían costado aún más dinero público. Esto no debería preocuparnos demasiado si pensamos que el dinero público no es de nadie (omitamos piadosamente el enlace lógico en este caso).
Para aquellos cabezotas que opinen lo contrario (que el dinero público también es nuestro) lo justificado o injustificado de la justificación (sí, un poco enrevesado, pero sigan un poco más conmigo) es vital. Hay cifras concretas de informes al respecto sobre las cuales, al no ser un experto del caso en cuestión, me abstendré de opinar. Pero supongamos que la liquidación hubiese llevado a no poder hacer frente al volumen de depósitos, a la necesidad de inyectar dinero de todos modos para cumplir con los 100.000 euros garantizados por titular y banco por el Fondo de Garantía de Depósitos, y a la pérdida de los ahorros en depósitos de toda la vida por encima de esos 100.000 (insisto en la palabra depósitos, aquí no se trataría de ingeniosos activos con nombres de fantasía, preferentes, deuda subordinada, etc.). Parece poco razonable que por la crisis de una entidad muy menor (el Banco de Valencia) fuese aceptable o ventajoso crear dudas respecto a la seguridad de los depósitos bancarios. Sería irónico que eso sucediese con el único banco que ha llegado a una situación crítica (conviene recordar que en el resto de casos se ha tratado de cajas de ahorro propiedad desde siempre, a su modo muy sui generis, del sector público y cuyos beneficios han revertido durante decenios al conjunto de la sociedad a través de su obra social).
Esa desconfianza hubiera tenido un coste importante, difícil de calcular y, en realidad, que es quizá mejor no tener que llegar a calcular jamás. Evidentemente para los responsables de la venta del Banco de Valencia teniéndolo todo en cuenta los costes serían mayores que los fondos públicos utilizados en este caso. Lo correcto o incorrecto de esa apreciación es crucial para poder valorar la decisión.
Ciertamente los pánicos son siempre malos, los bancarios lo son en grado extremo. Sobre todo cuando la confianza se ha convertido en un bien escaso. Tan escaso como para que los alemanes se pongan a pesar su oro y los ingleses contraten a un canadiense como gobernador del Banco de Inglaterra y responsable de la moneda nacional (esto de contratar a un extranjero es algo relativamente habitual en el caso de selecciones de fútbol, pero muy, muy, muy extraño en el campo de la política monetaria, créanme). En ambos casos se puede hablar de problemas de confianza (en la realidad de unos activos en un caso, en la independencia y solvencia de una política monetaria y una moneda en el otro) y de soluciones a la misma.
Es importante restaurar definitivamente la confianza en nuestro sistema financiero. Las decisiones de hoy pueden ser decisivas, por fin, en ese sentido. También es importante restaurar la confianza en nuestra política presupuestaria y la solvencia del sector público. Como en el caso de España, desgraciadamente, las promesas ya no bastan y solo los hechos sirven, estaría bien empezar a cumplir, por fin, alguno de los objetivos marcados. Y es importante que las empresas tengan confianza para invertir y volver a contratar trabajadores.
La lista de cosas importantes es muy larga, pero pueden confiar en que la palabra confianza explícita o implícitamente, se repite a menudo en ella. Hay cosas que solo se valoran en su justa medida cuando se han perdido. Como la confianza.
Además de la pérdida de confianza de la que habla el profesor Serrano, hay otro tema a tener en cuenta. Si como se comenta en algun medio, un informe de Nomura estimaba en 10.500 millones de euros el coste de la liquidación del Banco de Valencia, eso implica que las pérdidas serían unos 10.000 millones, ya que el activo es de 20.700 millones de euros.
Si los depositantes son los primeros en cobrar, habría que devolverles los 10.425 millones de euros. Por tanto, la liquidación del Banco ya no alcanza para pagar todos los depósitos, pero si la mayor parte.
Pero ademas de esos depósitos, el Banco de Valencia tiene 4.000 millones más de depósitos de bancos centrales (es decir, financiación del Banco Central Europeo) y 2.400 millones más de depósitos de entidades de crédito (otros bancos). Si estos otros depósitos tuvieran el aval del Estado, como el Banco de Valencia no puede devolverlos, sería el FROB el que asumiría la pérdida.
En resumen, con estas cifras, y siempre y cuando el coste de la liquidación estimado por Nomura sea correcta, la liquidación del Banco de Valencia hubiera sido mucho más costosa que la inyección de los 5.500 millones del FROB, tal y como ha afirmado la Comisión Europea. Al final el contribuyente sale «ganando» (pierde menos) rescatando el banco que liquidándolo.