Las estadísticas oficiales indican que los licenciados universitarios tienen tasas de paro un 117% más bajas y salarios un 61,4% más altos que el conjunto de la población. Asimismo, desde el inicio de la crisis económica, mientras que la tasa de paro total ha crecido un 157,7%, pasando del 8,3% en 2007 al 21,3% en el primer trimestre de 2011, la tasa de paro de los universitarios “solo” ha aumentado un 123,9%, pasando del 4,38% al 9,81% en el mismo periodo. Estos datos tan elocuentes parecen indicar que poseer un título universitario es una especie de seguro ante la adversidad que protege a los titulados ante los cambios en el mercado laboral y les permite disfrutar de mejores condiciones laborales. Pero esto ¿es siempre así? ¿Es todo el mérito atribuible a poseer un título universitario?
Los argumentos que se van a aportar en este post pueden desmontar (o no) parte de esta argumentación, pues aunque nadie cuestione que merezca la pena tener un título universitario, no es menos cierto que su mera posesión no garantiza per se unas mejores condiciones laborales. Sabedores de ello los universitarios complementan su formación a lo largo de la vida con diversas actividades de aprendizaje. Conocido habitualmente como formación continua, aprendizaje permanente o life long learning, este tipo de actividades formativas son cada vez más importantes entre la población española en general y especialmente la universitaria, y deben ser tenidas en cuenta cuando se analizan los efectos de la educación en los salarios o en la probabilidad de ocupación. No hacerlo implicaría atribuir a la posesión del título universitario efectos asociados exclusivamente a habilidades adquiridas con actividades de formación continua.
Para analizar esta cuestión recogeré algunos de los resultados de la ponencia elaborada por un grupo de investigadores y técnicos del Ivie que, con el título “Formación Continua: Ornamento en la prosperidad, refugio en la adversidad”, fue presentada en las XX Jornadas de la Asociación de Economía de la Educación celebradas recientemente en Málaga.
El gráfico 1 ofrece un primer panorama de la situación de la formación continua en España en el contexto internacional. En 2009 España ocupaba una discreta situación intermedia (décima) dentro del contexto europeo. Un 10% de la población de entre 25 y 64 años realizaba algún tipo de actividad de formación reglada o no reglada, un valor ligeramente superior a la media de la Unión Europea y claramente por encima de países como Alemania, Italia o Francia. Por otra parte, España está muy lejos de los países nórdicos, Reino Unido, Holanda o Austria. Asimismo, al igual que en la mayoría de países, en España es la formación no reglada la que tiene una mayor presencia, representando las tres cuartas partes del total.
España no avanza puestos cuando nos centramos en los universitarios (gráfico 2). Sin embargo, el rasgo más destacable es que la formación continua está mucho más extendida entre el colectivo de universitarios que en el conjunto de la población. En España el porcentaje prácticamente se duplica, pero algo semejante sucede con la media de la UE. En consecuencia la posición relativa de España es similar a la comentada para el total de la población: algo mayor que la media europea; por encima de otras grandes economías como Alemania, Italia o Francia; y muy alejada de los países nórdicos y Reino Unido. En uno u otro caso la formación no reglada es el tipo de formación continua predominante. (En formación no reglada se incluye desde un curso de idiomas hasta programas formativos promovidos por las empresas).
¿Cómo influye la educación en los salarios si tenemos en cuenta los efectos de la formación continua? Utilizaremos la Encuesta sobre la participación de la población adulta en actividades de aprendizaje (EADA) ya que, a diferencia de la Encuesta de Estructura Salarial (EES), además de ofrecer información relativa a salarios, nivel educativo y otras características del individuo y del puesto de trabajo, nos dice si el trabajador realiza algún tipo de actividad de formación.
Las estimaciones efectuadas con datos de la EADA coinciden con las obtenidas por trabajos previos utilizando la EES (como este) y confirman que las características personales como la experiencia, la antigüedad y la educación influyen positivamente y de modo significativo en el salario. Los resultados también indican que realizar actividades de formación tiene un impacto significativo y positivo sobre el salario. Concretamente, según las estimaciones del trabajo mencionado, realizar formación continua incrementa el salario, todo lo demás constante, un 6,5%. En el caso de los trabajadores universitarios el efecto es aún más intenso pues a ese 6,5% hay que añadir un 8,7% adicional correspondiente lo que haría un total de 15,2%.
Estos resultados además de indicar que la formación continua está asociada a mejores salarios dirigidos a retribuir la productividad adicional de los trabajadores que la reciben, indican que la formación continua más allá del momento de la graduación es especialmente adecuada en el caso de la enseñanza universitaria.
Este efecto salarial positivo de la formación continua implica que cuando esa variable se omite, el rendimiento de la educación habitualmente obtenido en investigaciones anteriores podría estar sobreestimado, al estar recogiendo efectos que son exclusivamente atribuibles a la formación continua.
Así se ve en el gráfico 3, donde se compara el efecto salarial de la educación incluyendo y omitiendo la formación continua. Los resultados indican que el rendimiento estimado de los niveles educativos preuniversitarios apenas cambia al considerar la formación continua. Sin embargo, la inclusión de la variable formación continua reduce el efecto salarial de la educación en 8-9 puntos porcentuales en el caso del conjunto de los universitarios, reducción que llega a los 13 puntos en el caso de los universitarios más jóvenes.
En definitiva, los resultados confirman que parte del rendimiento atribuido tradicionalmente a la educación universitaria solo se produce si los estudios universitarios se combinan con más formación a lo largo de la vida laboral. Este resultado es especialmente importante en tanto que implica que los rendimientos de la educación obtenidos en trabajos previos y en especial por la educación universitaria pueden estar sobrevalorados al no contemplar los efectos de la formación continua.
Al principio del post se anunciaba la posibilidad de que los resultados que se iban a presentar podían desmontar (o no) el argumento de que tener un título universitario iba unido a mejores condiciones laborales (salariales). Los resultados presentados no desmontan el argumento, pero sí lo matizan, puesto que parte de los efectos directos tradicionalmente atribuidos a la educación universitaria corresponden a la formación continua (por eso aquello de “al César lo que es del César…”). Asimismo, en la medida en que los universitarios son los que realizan en mayor proporción este tipo de formación y de que los efectos de la formación continua son mayores cuando se combina con la formación universitaria, los efectos salariales totales de la educación universitaria se mantienen e incluso se amplían cuando a los efectos salariales directos de la educación universitaria, les añadimos los indirectos de la formación continua.
Por qué se olvida siempre lo obvio, que hay carreras y carreras? Que muchas carreras «sociales» son un camino al desastre. Por mucha formación continua en másteres y re-másteres completamente inútiles.
Y es una postura muy española. «Es que tienen La Carrera». Investigaciones parecidas en otros países suelen segmentar en áreas de estudio y centros educativos. Bendita competencia.