Los países avanzados basan su competitividad en el conocimiento. El enfoque más habitual para analizar este hecho se centra en medir el peso en la producción o el empleo de aquellos sectores que son clasificados como intensivos en conocimiento. La definición (Eurostat y OCDE ) de esas categorías se basa en el gasto en I+D y el empleo de universitarios, es decir, atiende sobre todo a variables relacionadas con la creación de nuevo conocimiento. Pero en las economías actuales el conocimiento, además de crearse, se usa masivamente a través del empleo de personas con un nivel de estudios suficiente para utilizar distintos saberes y mediante la incorporación de maquinaria y equipos intensivos en tecnología.
Como ya se comentó en una entrada anterior , el Observatorio ABACO presentó en octubre una nueva metodología para medir la parte del valor añadido que se basa en el conocimiento. La novedad de esta metodología reside precisamente en que pone el enfoque en el uso del conocimiento, y no tanto en su generación o creación, como hacen las aproximaciones más habituales.