Desde hace algún tiempo se viene discutiendo sobre la necesidad de usar indicadores multidimensionales con objeto de dar una visión más rica acerca del desarrollo y el bienestar que la mera comparación de rentas per cápita. El índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas fue un primer paso importante en esta dirección. Ahora la OCDE acaba de publicar un nuevo indicador para medir el bienestar social que nos da una nueva forma de evaluar el éxito de nuestras economías.
El informe “How’s Life? Measuring Wellbeing” proporciona una estimación del bienestar en los países de la OCDE a partir de un indicador multidimensional que deriva de las recomendaciones contenidas en el Informe de Stiglitz, Sen & Fitoussi (2009). Para la elaboración de este indicador de bienestar (IB) se considera un conjunto de 16 dimensiones, que incluyen tanto variables objetivas como subjetivas. Estas dimensiones se agrupan en tres grandes dominios: condiciones de vida material, calidad de vida y sostenibilidad. Las dos primeras tratan de aproximar el bienestar presente mientras que la tercera se preocupa del bienestar futuro.
Las variables seleccionadas para medir cada una de estas dimensiones se eligen buscando la relevancia para la adopción de políticas, su calidad estadística y su grado de comparabilidad entre los diferentes países. Además de combinar variables objetivas y subjetivas, el enfoque que adopta la OCDE para la evaluación del bienestar se caracteriza por tres elementos básicos: (i) Fija su atención en los individuos y las familias, más que en las variables agregadas. (ii) Toma como referencia para la evaluación los resultados obtenidos antes que los gastos que se realizan para conseguirlos (v.g. los estados de salud de la población frente al gasto sanitario). (iii) Considera la distribución del bienestar además de los niveles medios (en particular de las disparidades por grupos de edad, sexo, renta o condiciones socioeconómicas).
Este indicador de bienestar supone un nuevo paso en la dirección de disponer de medidas de tipo multidimensional que permitan incorporar aspectos adicionales a la renta per cápita en la evaluación del grado de éxito económico de las sociedades. Puede verse así como un complemento al Índice de Desarrollo Humano (IDH) de Naciones Unidas, que proporciona una estimación del grado de desarrollo combinando los logros de los países en lo que considera las tres dimensiones esenciales: salud, educación y renta (véase aquí para una exposición). El IDH toma en cuenta únicamente variables objetivas y se limita a tres de ellas (cuatro si tenemos en cuenta que la variable educativa es una combinación de dos diferentes).
En el siguiente cuadro presentamos una comparación de las valoraciones del bienestar, el desarrollo humano y la renta per cápita para los países de la OCDE, con datos de 2010. Para facilitar la comparación presentamos los valores relativos de cada indicador, tomando 100 como el valor más alto de cada uno de ellos, de modo que cada celda expresa el porcentaje del máximo que alcanza cada país, según el indicador considerado.
Una simple inspección de los datos nos dice algunas cosas interesantes. La primera, que la variabilidad observada en el índice de bienestar de la OCDE es muy superior al de la variabilidad del IDH y similar a la de la renta per cápita (los coeficientes de variación son de 0,25; 0,06 y 0,34, respectivamente). La segunda, que los valores relativos del índice de bienestar están sistemáticamente por debajo de los valores relativos del IDH y por encima de los valores del índice de renta. Y la tercera que hay más diferencias, en conjunto, entre renta y bienestar que entre desarrollo y bienestar. Estas mayores diferencias entre renta y bienestar están asociada en buena medida al uso de los logaritmos para medir la renta per cápita en el índice de desarrollo humano, lo que reduce artificialmente las diferencias entre países, como refleja el valor del coeficiente de variación.
De los 34 países considerados 14 presentan diferencias de más de 20 puntos entre los valores relativos del IB y del IDH (23 países si comparamos bienestar y renta) con un valor máximo de 43 puntos para Turquía (un valor máximo de 52 para Nueva Zelanda).
España ocupa valores en torno a la media de la OCDE en los tres indicadores, con diferencias “grandes” entre los valores del IB y el IDH y diferencias “pequeñas” entre el IB y el índice de renta. Los altos niveles de esperanza de vida y la mejora en los años esperados de escolarización de los niños explican los valores altos del IDH en nuestro país, mientras que el pesimismo sobre la situación económica y, más concretamente, el peso del paro de larga duración –que triplica la media de la OCDE-, están detrás de los valores relativamente menores del índice de bienestar. En una segunda entrega analizaremos la situación de España con mayor detalle.
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