Pues sí, aquí estamos, como muy bien decía estoicamente este verano el nuevo gobernador del Banco de España al Rey en el acto de toma de posesión. Vamos a ver qué pasa, añadía. Pues bien, la semana pasada, sin duda, sucedieron por fin cosas del mayor interés. Draghi le ha dicho a todo el mundo alto y claro que sí, que aquí estamos los del BCE. Y lo ha dicho sin nada de estoicismo, sino con autoridad y poderío.
Es evidente que se había llegado a una situación en la que cualquier novedad (o falta de ella) se interpretaba de la forma más negativa posible. A saber, no afrontar el problema de la banca es el problema, pero luego resulta que afrontar el problema de la banca también es el problema. O si los griegos votan tal cosa es un problema, pero luego si votan la contraria también es un problema. La lista de ejemplos sería larga.
En gran medida ello se debía y se debe a que, desgraciadamente, España y también las instituciones europeas, parecían haber dejado atrás el tiempo en que la mera aprobación de medidas (o incluso el simple anuncio de que iban a adoptarse) tenía influencia en las expectativas de los agentes económicos. Es lo que tiene perder la credibilidad. Sin ella las políticas (también las más adecuadas) tardan más en tener efectos y conllevan más daños colaterales.
Un poco como el cuento del pastorcillo y el lobo. Tras toda una serie de fallidos ¡esto está solucionado! , ¡esto está solucionado! , lo normal es que nadie se lo crea. Una vez alcanzado ese estadio, lamentablemente, para que se confíe en la reducción del déficit público primero hay que reducir el déficit público, para que se confíe en nuestro sistema financiero hay primero que solventar todos sus problemas, para que se crea en nuestra capacidad de crecimiento hay que crecer primero. Y así todo.
Bien, ahí estábamos, tristes cual futbolistas. Por eso resulta especialmente relevante el reciente anuncio del BCE y sus efectos inmediatos en los mercados. En la práctica el BCE, pese a todas las limitaciones en aspectos de regulación, supervisión, etc., es la única institución europea similar a la de otros países en términos de capacidad de toma de decisiones y de actuación. Por ello y por su trayectoria es probablemente la única institución europea que mantiene dosis razonables de credibilidad. El anuncio de la semana pasada acerca de la actuación condicionada (sí, condicionada, ¿cómo no iba a serlo?, ¿alguien podía esperar otra cosa?), pero también ilimitada hay que tomarlo en serio. Y por eso los mercados reaccionaron con el mero anuncio. Reacción que, por otra parte, implica que en realidad había muchas dudas acerca de que el BCE diese tal paso.
Naturalmente, una vez hecho el anuncio, ahora lo suyo será destacar lo limitado, insuficiente, injusto, tardío, condicionado, etc. de la medida. Como si el paso dado no fuera importante. ¿Y ahora? Pues ahora, a ver qué pasa. ¿Controlaremos el déficit público?, ¿sanearemos la banca?, ¿recuperaremos el crecimiento?, ¿reduciremos el desempleo? Hay dos cosas seguras. La primera, que evidentemente todo esto sucederá y lo hará más deprisa con el respaldo del BCE, pero no mañana mismo. La segunda, que cuando empiece a suceder nos costará creerlo.
Pasa lo que Merkel quiere que pase. Alemania nos está matando a fuego lento